8 de junio de 2009

Filtro rojo

Porque hasta mí llegaste silenciosa,
la ardiente exaltación de mi elocuencia
derrotó la glacial indiferencia
que mostrabas, altiva y desdeñosa.

Volviste a ser la de antes.
Misteriosa,como un rojo clavel tu confidencia
reventó en una amable delincuencia
con no sé qué pasión pecaminosa.

Claudicó gentilmente tu arrogancia,
y al beber el locuaz vino de Francia,
¡oh, las uvas doradas y fecundas!

Una aurora tiñó tu faz de armiño,
¡y hubo en la jaula azul de tu corpiño
un temblor de palomas moribundas!

Evaristo Carriego

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